14 de mayo de 2009

Debate sobre el estado de la nación.

No sabe uno qué pensar del debate sobre el estado de la nación, la verdad. Tenemos, por un lado, la previsible crítica que se hace "desde la calle" acusando a la "clase política" de irresponsabilidad por no llegar a un acuerdo unitario sobre los problemas que nos acucian. Aunque me tiente, no comparto del todo esta crítica. Los representantes políticos están precisamente para representar unas demandas, intereses y proyectos que no siempre son fácilmente compatibles. En eso consiste la democracia, aunque parezca que alguno aún no se haya enterado. Nadie debiera sorprenderse porque los líderes de PSOE, PP e IU no tengan la misma receta para la crisis económica que nos afecta en estos momentos. De hecho, con ello no hacen sino reflejar precisamente el pluralismo que se da en la propia sociedad española con respecto a estos temas. Y está bien que así sea. Una vez más, en eso consiste la democracia.

En todo caso, no me cabe duda alguna de que, si nuestros políticos hicieran gala de la supuesta sensatez que tanto se predica desde ciertos sectores y llegaran a menudo a amplios acuerdos de consenso sobre casi todas las políticas, se les acusaría entonces precisamente de lo contrario: de no tener principios y entregarse al mero mercadeo. De hecho, ayer mismo se oyó a una diputada en el Congreso hablar de "cambalache" y hace poco se levantaban algunas voces de asombro cuando PP y PSE llegaron a un acuerdo en el País Vasco para elegir a Patxi López como lehendakari. Parece mentira que a estas alturas de nuestra democracia aún haya quien se lleve las manos a la cabeza por estas cosas. La democracia, como se ha repetido hasta la saciedad, no es jauja, sino tan sólo el menos malo de los sistemas políticos. Sencillamente, los dirigentes políticos, como representantes de los distintos sectores sociales con intereses y perspectivas enfrentadas, se sientan a negociar y llegan a acuerdos que, al beneficiar a unos y a otros, se asume que benefician también al mayor número posible de ciudadanos. Como decíamos, esto no es perfecto, pero sí mejor que su alternativa. De momento nadie ha descubierto un sistema mejor para encargarse de la cosa pública.

Así pues, ¿qué me ha parecido el debate? Creo que Zapatero ha sorprendido a propios y extraños al salir con tanta gana, en primer lugar. Lejos de escurrir el bulto o sentarse a recibir los golpes, lanzó desde el principio un contraataque en toda regla con una amplia batería de propuestas que, tiro arriba tiro abajo, viene a representar prácticamente todo lo que los expertos han venido proponiendo los últimos meses, con la salvedad de la reforma del mercado laboral para introducir mayor "flexibilidad". Bien poca gente se esperaba esto, y menos aún el principal partido de la oposición, a juzgar por su reacción cuando le tocó a Rajoy subir a la tribuna de oradores. En las propuestas del Presidente hay casi de todo (El País ha publicado aquí un buen análisis), incluyendo guiños a la derecha (rebaja del impuesto a las pymes, recorte del gasto, ayudas de hasta 2.000 euros para la compra de un coche nuevo) y a la izquierda (cheque-transporte para los trabajadores, recorte a las deducciones por la compra de vivienda, reinversión en VPO, fomento de la economía sostenible e inversiones en educación) indistintamente. Esto se puede ver de dos formas diferentes: como mero popurrí más o menos confuso, o como síntesis de demandas y propuestas provenientes de los diversos sectores de la sociedad española repesentados en el Congreso. Si se quería que el Presidente presentara unas propuestas para solucionar la crisis capaces de granjearse el consenso de los distintos agentes políticos y sociales, ésta (o algo definitivamente muy parecido) debe ser la respuesta, sin lugar a dudas. De nada vale sacudir ahora el espantajo de la reforma del mercado de trabajo, a no ser que la intención de uno sea causar mayor conflictividad laboral. Además, el problema principal de Zapatero ahora es, para qué engañarnos, precisamente cómo construir una mayoría parlamentaria que le proporcione la estabilidad necesaria para gobernar durante los próximos tres años.

Por lo que hace a Rajoy, me parece que su primera intervención fue bastante desafortunada. Sencillamente, quien aspira a llegar a La Moncloa en las próximas elecciones no puede presentarse ante la nación con un discurso donde las propuestas de gobierno brillan por su ausencia. Eso es algo que se pueden permitir IU y los portavoces del Grupo Mixto, pero no quien pretende gobernarnos a partir del 2012. Además, el hecho de que el Presidente hubiera lanzado su batería de medidas apenas unas horas antes no hizo sino subrayar este hecho. Si acaso, puede explicarse en el sentido de que las medidas de política económica que aplicaría un posible Gobierno del PP quizá no fueran nada populares y prefieren callarse al respecto. No obstante, me parece justo reconocer que Rajoy se creció un poco durante el turno de réplica y contraréplica, y pudo salvar los trastos. En cualquier caso, no tengo más remedio que estar de acuerdo con El País cuando habla de la oportunidad perdida del PP. Hasta El Mundo no llega más allá de afirmar que Rajoy empató por primera vez con Zapatero en un debate sobre el estado de la nación (por cierto, que tiene su cosa el hecho de que los periodistas usen terminología futbolística para describir el debate) lo cual, teniendo en cuenta las circunstancias, debiera saberles a poco, creo yo.

En fin, que tanto Zapatero como Rajoy han movido ficha y ya sólo queda esperar al resultado de las elecciones europeas el 7 de junio. Es una auténtica pena que las europeas se lean siempre en clave nacional, pero así son las cosas.

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