9 de junio de 2010

De la huelga de funcionarios a la necesidad de renovar el partido.

Los sindicatos afirman otra cosa, pero no parece que la huelga de funcionarios convocada para ayer haya tenido mucho éxito, la verdad. Lo digo basándome no sólo en las cifras del Gobierno (según las cuales únicamente el 11,85% de los funcionarios secundaron el paro), sino también en mi propia experiencia personal, anecdótica como es. El caso es que, al contrario que en otros casos donde los sindicatos convocaron huelga del profesorado, las escuelas adonde acuden mis hijos funcionaron ayer sin problema alguno y, según me contaron al regresar a casa, la incidencia fue tan baja que tan sólo faltaron un par de profesores. Como es ógico, ignoro qué puede haber pasado en otros sitios, pero en principio dudo mucho las cifras que ofrecen los sindicatos, según las cuales más del 75% de los funcionarios se encontraban en huelga ayer. Me parece mucho más fiable, lo digo sinceramente, la cifra que da el Gobierno.

Así pues, visto lo visto, las afirmaciones que han hecho hoy los líderes sindicales de que si se convoca una huelga general "será masiva" suena a chiste. Dudo mucho que una participación de menos del 12% sea indicador alguno de apoyo masivo e incondicional a la idea de una huelga general, sobre todo
teniendo en cuenta que quienes estaban convocados al paro de ayer han sido afectados directamente por un plan de austeridad, en tanto que a la huelga general estamos convocados todos, estemos en la situación que estemos. No sé, pero yo en principio me lo pensaría dos veces antes de ponerme demasiado gallito si fuera un líder sindical. El caso es que, aunque a los funcionarios no les hace maldita gracia el recorte de salario, parecen ser conscientes (a juzgar por aquellos con quienes he tenido oportunidad de hablar sobre el asunto) de que, efectivamente, al menos ellos tienen una relativa seguridad en el trabajo, cosa que la amplia mayoría de trabajadores no pueden decir, y, por si esto fuera poco, no hay más que echarle un vistazo a lo que se está haciendo en otros países europeos para concluir que no se puede culpar a Zapatero de todo. Si alguien tenía aún alguna duda, el Gobierno alemán anunció hace apenas un par de días que su plan de ajuste presupuestario incluirá no sólo recortes salariales, sino incluso despidos de miles de funcionarios. Y estamos hablando de Alemania, cuya economía se encuentra en una situación infinitamente mejor que la nuestra (como ha venido siendo el caso desde hace décadas, por otro lado).

En fin, que no tengo tan claro yo que la mayoría de ciudadanos esté dispuesta a apoyar una huelga general, sobre todo teniendo en cuenta que, casi por definición, las razones y reivindicaciones son más abstractas que las de la huelga de funcionarios convocada ayer. Por el contrario, me parece que la gente se siente engañada, sí. El sistema de libre mercado ha quedado desenmascarado como lo que es: un sistema injusto y depredador que privatiza los beneficios y socializa las pérdidas. Todo el mundo tiene bien claro ya que los impuestos los pagan quienes tienen nómina, y no los grandes empresarios ni los que disfrutan de las grandes fortunas, que ya saben a la perfección qué hacer para defraudar al fisco, aunque sea buscándole tres pies al gato y con trucos del almendruco. Todo esto lo tiene claro la gente. Lo que sucede es que nadie acierta a ver una alternativa. De ahí que ni siquiera las huelgas estén funcionando. Nos han repetido durante tanto tiempo que el sistema de libre mercado (esto es, el capitalismo) es lo único que hay, tan dañada está la credibilidad del socialismo después del fracaso estrepitoso de los experimentos del socialismo real y la traición de la socialdemocracia en la forma de una progresiva profesionalización liberal-progresistai, que ya ni siquiera nos queda el recurso a la protesta. "¿Protestar, para qué?", parece pensar todo el mundo. "A lo mejor me quedo muy a gusto después de dar varias patadas y romper unos cuantos cristales, pero todo seguirá igual, si no peor". Y, seamos honestos, ¿quién puede argumentar contra eso? ¿Acaso se vislumbra una alternativa seria y creíble por algún sitio? ¿Dónde? Mucho me temo que el ciudadano medio no va a responder en la forma de huelgas, sino más bien mediante el apoyo l populismo en las urnas o, si acaso, con la abstención masiva. Si algo ha dejado bien patente esta crisis es que el poder político está claramente supeditado a los intereses económicos de las grandes fortunas, las multinacionales y los bancos. Eso ya no hay quien lo niegue. Mientras tanto, desde la izquierda, nos seguimos empeñando en responder con la actitud timorata de costumbre, la que nos viene caracterizando desde que se desencadenara la ofensiva neoliberal: murmuramos esto o lo otro, hacemos un llamamiento a cerrar filas, hablamos de la necesidad de ganar las próximas elecciones en nombre del "mal menor"... Todo eso es completamente inútil. Si no acertamos a conectar una vez más con la calle, abriendo nuestras organizaciones y abandonando la profesionalización que adoptamos poco a poco conforme nos fuimos adaptando a las instituciones de la democracia parlamentaria, no seremos capaces de reconstruir una auténtica alternativa socialista. Lo que hay que trabajarse es la calle, pero escuchando a la gente y organizando respuestas a sus problemas a ras de suelo, a través del activismo político y social, y no limitándonos a "movilizar el voto", que es lo que siempre hemos hecho. Los socialistas hemos olvidado en qué consiste estar realmente integrados con la sociedad que nos rodea (sobre todo con los más humildes) y lo vemos todo en términos puramente institucionales, como si el objetivo de la lucha no fuera más que ganar más escaños o conseguir tal o cual Alcaldía. Hemos olvidado el mensaje de Pablo Iglesias y demás fundadores del partido: el trabajo hay que hacerlo a pie de calle, con la gente, y no en los pasillos. Esto último contribuye, ayuda, pero no es lo fundamental. Ahora no nos queda más remedio que abrir el partido.