30 de julio de 2008

Conclusiones del periodo congresual.

Terminado ya el periodo congresual del PSOE, merece la pena detenerse a hacer cuentas y ver qué nos ha deparado. Comencemos por el 37 Congreso Federal (los documentos aprobados en este Congreso pueden bajarse de este enlace), que es precisamente el que más satisfecho me ha dejado. Las resoluciones aprobadas renuevan el contenido ideológico y programático del partido, poniéndolo al día con los cambios que se han venido experimentando en los dos últimas décadas. El documento gira en torno a los avances que se están produciendo en las sociedades avanzadas y que están llevando a una progresiva profundización de las libertades individuales, fenómeno que las políticas socialistas y socialdemócratas están acompañando y potenciando desde los gobiernos mediante la aplicación de políticas que contribuyen a expandir los derechos individuales. Propuestas como la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia o la legalización del matrimonio para las personas del mismo sexo se enmarcan precisamente en este contexto. Otras propuestas incluidas en las resoluciones me parecen igualmente válidas para un política de progreso en el ámbito de nuestras sociedades post-industriales: la defensa de un Estado dinámico pero no burocratizado ni excesivamente intervencionista, la visión global de las políticas que se aplican incluso a nivel nacional, la importancia de integrar a los inmigrantes evitando la construcción de una fortaleza que impida cualquier tipo de contacto a través de las fronteras, la flexiseguridad como respuesta a los problemas planteados por la globalización y la competencia de los países en vías de desarrollo, la vital importancia de construir una economía sostenible que no contribuya a empeorar los problemas medioambientales que ya tenemos planteados, etc. Pero la parte que más me ilusiona del documento es la dedicada al nuevo modelo de partido para esta nueva sociedad de la que venimos hablando. Se trata de construir un partido mucho más conectado con el ciudadano de a pie, más abierto a la sociedad, volcado en la gestión de los asuntos públicos y el servicio a los ciudadanos. Para ello, propone cambiar la estructura orgánica del partido para amoldarse a las divisiones administrativas dentro de las grandes capitales mediante la creación de Agrupaciones de Distrito (en estos momentos sucede a menudo que las Agrupaciones Locales del partido se solapan con los distritos municipales), la creación de Agrupaciones Municipales en las capitales de provincias y grandes ciudades, la creación de la figure del coordinador de Sección Electoral para establecer vínculos de contacto con los ciudadanos, etc. Eso sí, habrá que esperar a que todas estas ideas se concreten en las respectivas conferencias políticas. No tendría nada de extraño que las instancias provinciales del partido lograran recortar el enorme componente transformador contenido en estas medidas en un desesperado intento de preservar sus propias cotas de poder. Sería una pena, pues perderíamos una oportunidad de oro para adaptarnos a los cambios que está experimentando la sociedad española en estos momentos, antes de que sea demasiado tarde y tengamos que actuar con retraso.

Por lo que hace al 11 Congreso Regional del PSOE-A, ya escribí en su momento (aquí) que afortunadamente se había dado marcha atrás en lo que respecta a las referencias (en mi opinión excesivas) a Blas Infante y el andalucismo como elemento primordial del socialismo andaluz. Sencillamente, el socialismo es universalista o no es socialismo. No es necesario renunciar al amor por la tierra de uno para postular unos valores universales y humanistas como los que siempre caracterizaron al socialismo democrático. Pero es que, además, por si esto fuera poco, el PSOE-A puede sentir el legítimo orgullo de haber protagonizado el mayor avance político, social y económico de los últimos siglos en la historia de Andalucía, algo que no pueden decir ni siquiera quienes se califican a sí mismos de "andalucistas" o "nacionalistas andaluces". Seamos claros: los andaluces no se sienten identificados con un concepto chato y egoísta de nación como el que parece tener mucho más éxito en otros lugares. En nuestra tierra, la amplia mayoría de la gente no tiene problema alguno sintiéndose profundamente andaluz y, al mismo tiempo, español, europeo e incluso, si me apuran, hasta universal. El hecho de que los andalucistas hayan quedado relegados a malvivir como fuerza extraparlamentaria tras las recientes elecciones autonómicas no es precisamente accidental. De ahí que me parezca erróneo el apostar a caballo perdedor e intentar apoderarse ahora de la marca andalucista. En todo caso, el 11 Congreso Regional ha pasado, creo, sin pena ni gloria. Se trató, claramente, de un congreso de continuidad. Chaves es mucho Chaves. Nadie se atreve a poner en cuestión al Secretario General que nos ha llevado a triunfar en las urnas desde 1990 sin interrupción. Y, sin embargo, debiera ser bien evidente que nos encontramos en una situación de claro impasse. Ni aparecen caras nuevas que logren ilusionar a los votantes, ni tampoco puede decirse que prevalezcan las ideas transformadoras en el seno del PSOE-A en estos momentos.

Finalmente, tenemos el Congreso Ordinario Provincial del PSOE de Sevilla. Ya escribí en su momento sobre la decisión de Demetrio Pérez de retirar su candidatura a la Secretaría General, y tengo bien poco que añadir. Si acaso, el hecho de que las disputas internas en el seno del PSOE de Sevilla (a diferencia de las que se producen a nivel federal o regional) siempre han estado limitadas a meras cuestiones de poder. Cierto, la política siempre revuelve en torno al poder, pero al menos en otras instancias se hace un esfuerzo por elaborar las líneas generales de un proyecto político. A nivel provincial (por lo menos en lo que hace a Sevilla), todo se limita a la más descarnada disputa por el poder puro y duro. Casi se diría que la mediocridad llega a tal nivel que a nadie se le ocurre siquiera la posibilidad de elaborar un programa mínimo que logre aglutinar a un grupo de personas. Las consecuencias, como es lógico, son fáciles de prever: sin nada que cohesione al grupo, cada miembro se entrega enseguida a una auténtica orgía de conspiraciones, disputas personales y puñaladas por la espalda. Estoy convencido de que esto no cambiará hasta que seamos capaces de poner en pie cuando menos un esqueleto de programa socialista para la provincia de Sevilla.

18 de julio de 2008

Demetrio Pérez retira su candidatura.

Hoy debería ser un día triste para los militantes del PSOE en la provincia de Sevilla. Demetrio Pérez ha anunciado que retira su candidatura a la Secretaría General apenas 24 horas antes de iniciarse el Congreso Provincial (ver la noticia publicada en Diario de Sevilla aquí). En principio, no faltará quien analice la noticia con el espíritu cínico que viene caracterizando a tantos de nuestros políticos y concluya que únicamente supone un mazazo para quienes decidieron apoyarle frente a José Antonio Viera (o, para expresarlo en otros términos no tan cínicos, para quienes osaron soñar con la posibilidad de una candidatura alternativa que pudiera ofrecer una opción democrática a los delegados al Congreso). Porque, a fin de cuentas, ése es precisamente el problema que tenemos planteado. De una u otra manera, debido a las triquiñuelas y amenazas ni siquiera veladas de unos y las obvias limitaciones de otros, el caso es que nos dirigimos hacia un congreso al estilo de los que realizaban los antiguos partidos comunistas de la Europa del Este. No sé lo que pensarán otros al respecto, pero para mí es una auténtica vergüenza. Se mire como se mire, la cruda realidad es que los delegados al Congreso no van a tener más remedio que votar a favor o en contra de una única candidatura, y todos sabemos las presiones que siempre existen para dificultar el voto negativo en unas circunstancias como éstas. Se nos suele explicar, y con razón, que votar a una candidatura alternativa es menos peligroso que votar en contra de una candidatura única, en el sentido de que muestra bien a las claras una división interna mucho mayor. Al fin y al cabo, el voto entre dos candidaturas enfrentadas es materia de opción personal, en tanto que atreverse a votar contra la candidatura única (sobre todo teniendo en cuenta la presión ambiental que suele vivirse en este tipo de circunstancias) deja bien a las claras una oposición tan radical a la Ejecutiva que uno se atreve incluso a poner en peligro los parabienes del bando ganador, con lo que ello implica (desgraciadamente) de inestabilidad laboral para todos aquellos que trabajan en la Adminitración. Pues bien, si tan peligroso es, ¿por qué no se hace todo lo posible porque los delegados tengan varias candidaturas entre las que elegir?

Y es que, desgraciadamente, todo esto no es sino un baile de despropósitos. En primer lugar, nadie parece haberse dado cuenta de que la democracia española ha madurado muchísimo en la última década. Vimos un cambio de gobierno de la derecha a la izquierda a principios de los ochenta, otro en sentido contrario a mediados de los noventa y, finalmente, una vuelta a la izquierda en circunstancias tan difíciles como las que siguieron al atentado terrorista en la estación de Atocha. Y, sin embargo, la democracia española ha salido fortalecida de todo esto. En especial, las nuevas generaciones no conocen otra cosa que un régimen democrático y se preguntan con creciente frecuencia hasta qué punto podemos tener una democracia sólida y sana si los partidos políticos son un nido de víboras donde no se impone quien mejor representa los intereses y las ideas de los ciudadanos que simpatizan con su particular opción política, sino quienes mejor saben desenvolverse en un contexto de luchas fratricidas, boicoteos permanentes y puñaladas por la espalda, todo ello sin que los militantes de base tengan realmente nada que ver en el asunto. Nuestros partidos políticos hoy en día no son sino el reino de la mediocridad y, en muchas ocasiones, una cueva de aprovechados incapaces de ganarse la vida por su cuenta (no me refiero, por supuesto, a la amplia mayoría de los militantes, sino a quienes realmente cortan el bacalao, sobre todo en los llamados cuadros medios, que es precisamente donde radica el problema y se perpetua la mediocridad de la que aquí hablo).

Pero es que, además, incluso quienes se atreven a proponer una candidatura alternativa en algunas ocasiones (en este caso, Demetrio Pérez) acaban aceptando la validez de los argumentos de quienes hacen todo lo posible por erradicar cualquier brote de democracia interna y renovación. ¿Cómo entender, si no, ese llamamiento de Demetrio a apoyar a la candidatura única en nombre de la "responsabilidad"? ¿De qué responsabilidad hablamos? ¿De la que nos conmina a garantizar la supervivencia a perpetuidad de una organización que, al menos en su estructura interna actual, no representa para nada los anhelos de los ciudadanos, sino más bien los intereses materiales de quienes han hecho de la política su modo de vida? Quizá debiéramos preguntarnos en ocasiones como ésta por qué quienes militamos en los partidos políticos nos quejamos tan a menudo de la falta de implicación política de la sociedad. ¿Qué hacemos nosotros para solucionar eso más allá de discursos vacíos y palabras fáciles? ¿Cómo demostramos a los ciudadanos que merece la pena dedicar sus esfuerzos a una organización política? ¿Asegurándonos de que pueden elegir delegados a un Congreso donde ni siquiera habrá dos candidaturas entre las que poder elegir? ¿De verdad pensamos que estos son los partidos políticos del siglo XXI?

De hecho, no tenemos más que mirar a la historia reciente de nuestro propio partido para responder todas estas preguntas que planteo aquí. Si no hubiera sido posible permitir a los militantes socialistas elegir libremente entre varios candidatos en el XXXV Congreso Federal, ¿alguien piensa que ahora tendríamos a Zapatero de Secretario General? ¿Y qué hubiera sido del partido entonces? ¿Acaso podemos asegurar que hubiéramos sido capaz de renovarnos lo suficiente como para volver a ganar las elecciones? Las respuestas a estas preguntas me parecen obvias, como obvio me parece también el hecho de que la democracia dificulta ciertamente las cosas y genera bastante descontrol e inseguridad, pero a fin de cuentas se trata del único sistema político que permite la regeneración sin revolución. Me parece que ha llegado el momento de tomarnos en serio nuestras propias palabras, algo en lo que hemos fallado hoy en el PSOE de Sevilla. Como decía al principio, este es un día bien triste.

11 de julio de 2008

Eliminación de la mención a Blas Infante como "principal referencia" del socialismo andaluz.

Un buen amigo (y compañero del PSOE) me ha enviado el enlace a un artículo publicado por El País en el que se informa que los socialistas andaluces han decidido eliminar la mención de la Ponencia Marco para el 11º Congreso Regional en el que se hablaba de Blas Infante como "referencia principal" del PSOE-A. Como ya escribí en su momento, la enmienda me parecía necesaria. Bien está concebir a Blas Infante como una más entre otras referencias políticas del socialismo andaluz, pero de ahí a considerarle la "referencia principal" media un abismo. En cualquier caso, la redacción definitiva que se presentará al Congreso me parece mucho más sensata:
Si por andalucismo se entiende haber llevado a buen puerto muchos de los sueños que tuvieron para Andalucía personalidades que para nosotros son una referencia, como Blas Infante, no hay nada más andalucista que el Partido Socialista de Andalucía.

Completamente de acuerdo.