30 de diciembre de 2011

"Un PSOE unido que diga lo mismo en todas partes".

Rubalcaba presentó ayer su candidatura a la Secretaría General del PSOE y, a juzgar por lo que publica la prensa hoy, uno de los elementos fundamentales de su discurso fue la reivindicación de "un PSOE que diga lo mismo en todas partes". El periodista que escribe la crónica para El País lo resume de la siguiente forma:
La organización que quiere tiene que ser "un partido nacional que vertebre España, que no tiene que ver con una revisión del Estado autonómico", aclaró de inmediato. Sobre esta última alusión se extendió un poco más a sabiendas de que su reflexión puede ser polémica en algunas comunidades como Cataluña. "Los socialistas tenemos que ser capaces de decir lo mismo en todas las comunidades y, compañeros, reconozcamos que últimamente se nos ha olvidado". Para algunos sectores del PSOE, además de por la gestión de la crisis, la diversidad de mensajes en las autonomías ha contribuido al desapego de muchos ciudadanos.
Como era de esperar, no han tardado en oírse las voces críticas en el seno del PSC, desde donde se pide a Rubalcaba que respete la tradición federal del PSOE. Según nos cuenta una vez más El País, el primer secretario del PSC, Pere Navarro, expresó su visión de la siguiente forma:
"Donde Rubalcaba dijo nacional yo habría dicho federal, porque creo en una España federal. El PSOE lo es, ya que tiene una comisión ejecutiva que se llama federal", ha dicho Navarro en declaraciones a Catalunya Ràdio.
Ya se sabe que el tema éste de la esencia última del concepto de España da mucho juego. Además, casi siempre está bien visto en el resto del país criticar a "los catalanes" por su desapego y supuesto egocentrismo. Sin embargo, yo no me he considerado nunca anti-catalanista. Peo es que, además, independientemente de lo que uno piense de Cataluña y los catalanes, el caso es que Pere Navarro lleva toda la razón en este caso. El PSOE se ha venido organizando desde la Transición como una organización de claro carácter federal, gueste o no guste a cierta gente. Eso puede cambiarse, por supuesto. Pero habría que proponerlo en un congreso y que lo apoyara la mayoría del partido. Tampoco conviene olvidar que los compañeros catalanes han tenido en ocasiones su propio grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados o el Senado. No es nada nuevo. Ya sucedió, si mal no recuerdo, durante la Transición, antes de que se ganaran las elecciones de 1982. Una vez más, el modelo puede gustar más o menos, pero no se trata de ninguna locura que se les haya ocurrido ahora.

En cualquier caso, lo que a mí me parece importante no es tanto el toma y daca entre los distintos niveles orgánicos de poder dentro del partido (que es de lo que a menudo se trata en realidad cuando se oyen estas pomposas declaraciones) como otro aspecto que se me antoja mucho más fundamental: ¿cuál es la visión de España que defendemos los socialistas? Porque parece evidente que, dependiendo de esa visión, así deberíamos organizar nuestro propio partido. Y, en este sentido, yo sigo creyendo firmemente en el modelo federal que hemos venido defendiendo durante varias décadas. Cuidado, porque digo modelo federal, que no confederal. Son dos cosas distintas. La diferencia puede ser a veces bastante sutil, pero existe.

Pero es que, además, independientemente del modelo de partido, es que tampoco estoy de acuerdo con la premisa de que "el partido ha de decir lo mismo en todos sitios". ¿Dónde queda la democracia, entonces? Se me antoja que la frasecita de marras (muy del gusto de gente como Bono, supongo) refleja una mentalidad acostumbrada a imponer las cosas desde arriba. El papel que debe desempeñar un partido político en democracia consiste en reflejar y representar los intereses, ideas y aspiraciones de la sociedad. Si tratamos de imponer una especie de síntesis desde arriba, no hacemos sino destruir la democracia. Permitamos que el partido refleje, también, las diferencias de opinión que existen en su seno, en ocasiones siguiendo las líneas de demarcación territoriales, y en otras ocasiones siguiendo cualquier otro tipo de línea. ¿Que la dirección federal del partido ha de defender la línea aprobada por la mayoría de sus militantes? Sin lugar a dudas. Al menos en lo que respecta a las decisiones que incumben a la dirección federal. Pero ello no quita para los distintos niveles del partido se adapten a las características de sus respectivos territorios. De lo contrario, como decía, malbaratamos la democracia.

21 de diciembre de 2011

Nueva Vía, manifiestos y los fantasmas del pasado.

Una de mis amistades en Facebook subió ayer un enlace a una noticia publicada por El País en junio del 2000 sobre Nueva Vía y la renovación del PSOE que merece la pena releer en estos momentos:

Los socialistas tienen motivos suficientes para estar orgullosos de los cambios que impulsaron los Gobiernos presididos por Felipe González y por la acción de su partido, el PSOE, desde los añs ochenta, según un documento firmado por el grupo Nueva Vía. Su líder, José Luis Rodríguez Zapatero, ofrece a sus compañeros en el próximo congreso un proyecto "que parte de lo ya conseguido", pero que tiene que renovarse en políticas y en personas en sintonía con las exigencias del mundo actual.

Liberalizar la economía y crear una poderosa política social para combatir las desigualdades personales y territoriales también fueron tareas de González, que ahora hay que continuar aunque adaptándolas a una "realidad distinta". Nueva Vía reviste sus postulados respecto a la organización del PSOE con palabras de reconciliación, aboga por el abandono de planteamientos sectarios e invoca la libertad, solidaridad y generosidad entre militantes y dirigentes. Con esta tarjeta de presentación, en un documento de 19 páginas, Rodríguez Zapatero, secretario provincial de León y diputado por esa circunscripción, prepara su proclamación, este domingo, como candidato a liderar el PSOE durante el congreso pronvicial de León en el que se elegirán los delegados al congreso federal.

Llaman la atención, me parece, tres elementos fundamentales: primero, la reivindicación del proyecto liberalizador del felipismo; segundo, el apoyo a una política social más firme y expandida; y, tercero, las etéreas declaraciones en lo que respecta a la vida orgánica del partido. En lo que respecta a lo primero, ahora podemos concluir que los Gobiernos de Zapatero continuaron las políticas económicas social-liberales de Felipe González (es decir, la ortodoxia económica de nuestro tiempo) sin grandes cambios. El segundo ámbito, el de las políticas sociales, es quizá donde la impronta de Zapatero ha sido más clara. Ahí sí que llevó a cabo una política claramente progresista que seguramente permanecerá en el tiempo. Y, finalmente, por lo que hace al tercer aspecto, el de la vida interna del PSOE, podemos decir que se mantuvo en esa misma ambigüedad calculada con la que comenzó su andadura (es decir, se hicieron simulacros de apertura, sobre todo en lo que respecta a la implantación de las primarias, pero de mala gana y sin aplicar las medidas con todas sus consecuencias).

¿Por qué menciono todo esto precisamente ahora? Porque convendría no dejarse engañar por preciosas palabras y buenas intenciones ahora que algunos líderes socialistas están comenzando a publicar manifiestos. No consiste en cambiar a los cabezas de cartel, sino en reformar profundamente las propias estructuras organizativas del partido, incluyendo su relación con la sociedad. Por supuesto, esto llevará tiempo. Conviene no impacientarse y hacer las cosas como deben hacerse, poquito a poco. Al menos si queremos que resulte algo medianamente digno.