6 de octubre de 2008

De ganadores, perdedores, la partitocracia dominante y la apatía ciudadana.

A nadie se le oculta que, desde que finalizara el Congreso Provincial del PSOE de Sevilla, las cosas no han ido nada bien en la capital andaluza. Como si se tratara de una guerra abierta, nadie se recata en hablar de "ganadores", "perdedores" y, por desgracia, hasta de "exigir responsabilidades" por el tremendo crimen de haber defendido opiniones distintas a las de la mayoría, responsabilidades que, como pueden imaginar, se extienden a perder el propio cargo, independientemente de cómo se haya estado ejerciendo durante los últimos años. Tenemos, así, en primer lugar, la destitución de Demetrio Pérez como Delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía en Sevilla independientemente, como venía diciendo, de su gestión al frente de dicho cargo. En otras palabras, que se le castiga no por no haber rendido lo suficiente o por haber cometido error alguno en su gestión como delegado —habitualmente, y esto ya es triste, eso no se considera motivo suficiente para la destitución de nadie, siempre y cuando se posicionen correctamente en lo que respecta a las luchas internas por el poder—, sino que se le castiga por el imperdonable pecado de haberse propuesto como candidato alternativo a la Secretaría General del PSOE sevillano. De la misma forma, hacer uso de su derecho democrático a la libertad de expresión y de voto le ha costado el cargo también a Matilde Marín en la Diputación Provincial. A lo mejor éstos intentan instaurar ahora una nueva práctica política desconocida en las democracias avanzadas: el destierro del perdedor. Si es así, propongo que se envíe al exilio inmediatamente a todo aquel desgraciado que se haya atrevido a presentarse como candidato y haya perdido (por ejemplo, Arenas; por ejemplo, Rajoy; o, por ejemplo, nuestro propio Felipe González, que perdió en su momento frente a Aznar y sus huestes). Nada de trabajo y nada de mentenerles en nuestra sociedad con una tolerancia que claramente no se merecen, pues no cuentan con el apoyo de la mayoría. ¡Al exilio con ellos!

Pero ahí no ha quedado la cosa. El despropósito hay ido mucho más allá. Además de eliminar a todo aquel que haya cometido el error de posicionarse donde buenamente ha creído conveniente -como se supone que debemos hacer todos en una democracia- también se ha lanzado una operación contra el PSOE de la capital y el Ayuntamiento para obligarles a que sigan a pies juntillas lo que se indique desde el Provincial. Parece que, una vez más, se está confundiendo ganar un congreso con un "ordeno y mando" que todos pensábamos había quedado ya enterrado y bien enterrado. A tal punto ha llegado el descontrol que hasta Chaves ha tenido que hacer unas declaraciones advirtiendo sobre los problemas que nos pueden acarrear tanta rencilla interna.

A ver si podemos entendernos. El Congreso Provincial lo ha ganado clarísimamente el llamado sector oficialista, liderado por José Antonio Viera. De eso no cabe la menor duda y no queda más remedio que aceptarlo democráticamente, se piense lo que se piense de la forma en que se ha ganado o, más importante aún, del hecho de que ni siquiera se dio la posibilidad a que hubiera una opción alternativa. Esto quiere decir que la política del Partido Socialista en lo que respecta a la provincia de Sevilla queda en manos del nuevo Comité Ejecutivo y su Comisión Ejecutiva Provincial. Ahora bien, quede claro que estamos hablando de la política socialista con respecto a la provincia, y no con respecto a todos y cada uno de sus pueblos y capitales. Que yo sepa, de la misma manera que hay un Congreso Provincial encargado de establecer las políticas a dicho nivel administrativo, así como de elegir los órganos representativos del partido en el marco de la provincia, también existen agrupaciones locales y municipales cuya función es elaborar las políticas y elegir los equipos a sus niveles respectivos. En otras palabras, el PSOE jamás ha aprobado documento alguno imponiendo el centralismo democrático de ominosa tradición comunista, que establece una clara jerarquía cuasi-militar en la que los órganos superiores marcan la pauta a seguir y los órganos inferiores (incluyendo a los militantes) se limitan a seguir las órdenes. Sencillamente, ése no es el Partido en que creemos los socialistas, aunque algunos parezcan conservar cierto tufillo marxistoide de su época de flirteos revolucionarios en la Joven Guardia Roja.

Se dice, se cuenta, se afirma sin rubor alguno tanto por los pasillos como por los medios de comunicación que el Provincial tiene el derecho a decidir quién pueda ser portavoz del Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Sevilla. No, mire usted, no. No sé si se habrá dado cuenta de lo que el nombre del cargo en sí indica, pero resulta que este portavoz no representa al PSOE de la provincia de Sevilla, sino al Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento de Sevilla. ¿En qué lógica base usted la propuesta de que se le pueda nombrar a dedo desde la sede provincial sin que el propio Grupo Municipal Socialista ni todas y cada unas de las agrupaciones locales de la capital tengan nada que decir al respecto? ¿Acaso no representa ese portavoz a los votantes socialistas en la capital? ¿Cómo puede concebirse que ni los militantes del PSOE de la capital ni los votantes socialistas de la misma circunscripción tengan derecho a decidir al respecto, mientras que un militante del PSOE de Coria es quien se encarga de nombrarle a dedo? ¿En qué cabeza cabe esto? ¿Tenemos clara la diferencia entre partido e instituciones? ¿Sabemos distinguir representación orgánica de representación ciudadana? Al parecer no.

En todo caso, a mí lo que más me preocupa es que ni unos acepten el hecho de que la mayoría de militantes socialistas ha votado por Viera en el reciente Congreso Provincial ni tampoco los otros admitan que la mayoría de militantes socialistas de la capital hayan optado por otra línea. En fin, que la conciencia democrática brilla por su ausencia, sobre todo en lo que hace al respeto por la discrepancia de pareceres. Pero aún más preocupante creo que es el desprecio que se muestra por la representatividad ciudadana o la extremada confusión en que se cae continuamente entre los ámbitos orgánicos del partido y las instituciones democráticas. Sencillamente, no podemos justificar una partitocracia en la que los aparatos internos de los partidos hacen y deshacen en las instituciones como les viene en gana. Ya va siendo hora de que unos y otros se sienten a hablar y lleguen a un acuerdo sobre las líneas maestras de la estrategia socialista en el Ayuntamiento de Sevilla durante los próximos años. De lo contrario, mucho me temo que perdemos en 2011. O, aún peor, profundizamos en el sentimiento de apatía que embarga ya a muchos sevillanos y sevillanas, viendo como ven tan a las claras que hasta el portavoz de su grupo municipal o el mismísimo candidato a Alcalde no se elige al nivel que debiera, sino que se deja al albur de cargos internos de los partidos sobre los que, obviamente, el votante no tiene ni voz ni voto. La partitocracia llevada a su extremo. La desilusión de los ciudadanos con respecto a las instituciones, los partidos y los políticos, igualmente llevada a un extremo.