12 de enero de 2010

Campaña "Con mi dinero no" y progresiva americanización de la derecha española.

Anoche estuve trabajando en la Casa del Pueblo y, en uno de los descansos, se me ocurrió salir a la puerta a estirar un poco las piernas. Nada más acercarme a la calle, me di cuenta de que alguien había colocado un par de pegatinas en nuestra puerta que, sin duda, no estaban ahí cuando llegué apenas dos horas antes. Se trataba de propaganda a favor de la campaña "Con mi dinero no", de la denominada Plataforma Clases Medias, de la cual no había oído hablar antes. Ya imaginaba uno de qué pie pudieran cojear, por supuesto, pero por si acaso visité su web y me encontré con lo que fácilmente podía preverse: parece tratarse de una asociación abiertamente conservadora, militantemente contraria al Presidente Zapatero hasta el punto de caer en la mofa y el insulto fácil, y propensa a publicar enlaces a historias de medios como Intereconomía y Libertad Digital. El incidente, no obstante, me llevó a hacer unas cuantas reflexiones que me parece conveniente compartir en estas páginas.

En primer lugar, llama la atención la capacidad que está demostrando la derecha española para adaptarse a las nuevas tecnologías. No se trata ya meramente del hecho de que no hay contrapartida alguna por parte de la izquierda para hacer contrapeso a un medio como Libertad Digital, sino que los militantes ultraconservadores y neoliberales hacen acto de presencia casi constante en las webs de todos los diarios de tirada nacional, incluyendo aquellos que son más favorables al PSOE. No hay más que leerse los comentarios añadidos por los lectores a muchas de las noticias para darse cuenta de esto. Frente a esto, ¿qué podemos mostrar desde la izquierda? Cierto, existen la Blogosfera Progresista y la Red de Blogs Socialistas, pero ni tienen la implantación de los medios de la derecha, ni tampoco aciertan a mostrar una imagen que no esté directamente vinculada a la dirección del Partido Socialista. Sí, ya sé, no me engaño. Por supuesto que Libertad Digital tiene todo el apoyo de la derecha económica, social y política, pero al menos no muestran descaradamente banners del PP como patrocinador de su web.

Segundo, por si lo anterior fuera poco en cuanto a la progresiva americanización de la derecha española (hace ya tiempo que está adoptando los mismos métodos que los republicanos estadounidenses), no cabe duda de que el PP está logrando renovar las formas y los discursos para acercarse a la gente joven y las nuevas clases medias, a quienes parece estar llevándose al bote sin mayor problema. Mientras la derecha radicaliza su discurso contra los impuestos, a favor de la escuela concertada, la iniciativa empresarial y la asignación de recursos al sector privado, nosotros nos quedamos sin aliento y no acertamos a dar respuesta. Sólo somos capaces de repetir el viejo mantra que contrapone el "pueblo llano" a "la derecha de siempre", la "gente de la calle" a "los privilegiados", como si buena parte de nuestros propios cuadros no pertenezcan precisamente a la élite en casi todas las acepciones del término (unos porque hayan nacido entre las clases pudientes, mientras que otros, aunque sean de extracción más humilde, como es mi propio caso, han ascendido peldaños hasta el punto que no podemos considerarlos "humildes" sino haciendo un buen derroche de imaginación). En fin, que hemos dejado que sea la derecha la que se apropie del espacio electoral ocupado por las nuevas clases medias, por lo que no tiene nada de extraño que tengamos problemas para recuperar plazas como Madrid o Valencia y sigamos perdiendo fuerza en casi todas las capitales de provincia andaluzas. Sencillamente, nos da miedo. Pensamos que, al hacer un esfuerzo por dirigirnos a los profesionales urbanos y plantear soluciones a sus problemas, traicionamos de alguna forma a nuestro electorado tradicional, el electorado más humilde y de extracción social claramente obrera. Me parece un tremendo error. La socialdemocracia sólo ha funcionado cuando ha sido capaz de convencer a trabajadores y clases medias para que compartan un mismo proyecto.

Finalmente, me llamó la atención también el discurso radical contra el sistema fiscal que se está extendiendo entre nuestra derecha. Después de haber vivido tanto tiempo en los EEUU no me sorprende del todo, la verdad sea dicha, pero sí que me parece curioso el hecho de que por aquí estén copiando hasta esa parte de la estrategia republicana. Supongo que algo tendrá que ver con la temporada que Aznar pasó allí dando conferencias en la Universidad de Georgetown. El caso es que están copiando el discurso literalmente, sin que les falte siquiera una coma, algo que uno pensaba que no funcionaría del todo en una sociedad donde el concepto de solidaridad ha estado siempre más presente, la memoria de las penurias de postguerra es todavía reciente y que, al fin y al cabo, se sitúa dentro de un contexto como el europeo donde se da una fuerte tradición de políticas sociales y el Estado del Bienestar está sólidamente implantado. Sin embargo, la realidad es que la rebelión anti-fiscal se está extendiendo como la pólvora también entre nosotros. El discurso es siempre el mismo, eso sí. E igual de simplista también. Se subraya que el dinero es de quien lo gana, no del Estado, al tiempo que se ignora por completo un hecho tan fundamental como que el ser humano no puede concebirse sin la sociedad en que se desenvuelve. En otras palabras, la riqueza no pertenece solamente al individuo, sino que es imposible entenderla sin el contexto social en que se produce. Después de todo, cuesta trabajo imaginarse a un Bill Gates surgiendo en el contexto socioeconómico y político de Haiti, por poner tan sólo un ejemplo. Esto debiera ser obvio a cualquiera que se plantee el tema con un mínimo de objetividad. Claro que, precisamente por eso, me preocupa la situación. Todo parece indicar que la derecha (sí, también en Europa) está logrando imponer hasta tal punto su discurso ideológico que hasta lo más obvio hay que explicarlo. Pintan bastos.

7 de enero de 2010

El debate francés sobre el burka.

Leo en Público que el Partido Socialista francés ha decidido tolerar el burka, y la verdad es que no puedo evitar cierta sensación de malestar al respecto. Vaya por delante que el tema me parece bastante más complicado de lo que muchos comentarios publicados en Internet dan a entender. De la misma forma que buena parte de la derecha suele reaccionar ante estos temas con un posicionamiento totalmente predecible en favor de "nuestra cultura", "nuestras tradiciones" y la importancia de las raíces cristianas en "nuestra identidad nacional", no queda más remedio que reconocer que igualmente no son pocos quienes, desde la izquierda, tienen una reacción refleja de oposición frontal a todo lo que tenga que ver con la religión. Intentemos, pues, evitar ambas posiciones dogmáticas y llenas de prejuicio, antes que nada.

Creo que la mejor forma de plantearse este asunto es obviar por completo las raíces religiosas del uso del atuendo en cuestión. Olvídemonos por un momento de ese aspecto, y reflexionemos sobre el tema como si se tratara de una prenda cualquiera. ¿Nos parece aceptable que el Estado entre a legislar sobre la apariencia de los ciudadanos, aunque sea siquiera con el argumento de que tal o cual prenda en concreto tiene un carácter esencialmente insultante o opresivo? Si lo planteamos desde ese punto de vista, me parece evidente que tanto desde la tradición liberal como la socialdemócrata no queda más remedio que responder negativamente. Después de todo, ¿quién va a entrar a decidir qué puede considerarse "insultante" u "opresivo"? ¿Acaso no hay un buen número de personas ahí fuera que considera el tanga (por no hablar del top less) como algo ofensivo a sus convicciones morales? ¿Y qué decir del hecho de que las azafatas que aparecen siempre en los programas de televisión (y hasta las presentadoras en muchas ocasiones) siempre vayan más bien ligeritas de ropa, en tanto que jamás vemos a sus compañeros mostrando músculos en pantalla? ¿Y el famoso zapato de tacón de aguja? ¿Puede considerarse opresivo hacia la mujer? En fin, que con esta línea de argumentación no hacemos sino abrir la caja de pandora. Lo lógico y sensato parece ser defender que cada cual vista como quiera, siempre y cuando no le venga impuesto por otros u otras, aún más sensato me parece que es mantener al Estado fuera de este tipo de regulación minuciosa del comportamiento de los ciudadanos. No puede evitar uno las visiones de 1984 y otras distopías totalitarias. Sorprende, en este sentido, que sean precisamente los liberales franceses quienes postulen este tipo de medidas.

Dicho eso, nada quita para que tal o cual asociación o partido político, comentarista o intelectual defienda el uso o no de una prenda determinada. Cada cual es libre de defender en público lo que crea conveniente, faltaría más. Pero una cosa es oponerse al uso del burka y hacer un llamamiento para que se evite su uso, y otra bien distinta legislar su prohibición. No me parece posible defender tal idea y mantener la coherencia con otros postulados que considero fundamentales en lo que respecta a la organización política de una sociedad: la defensa de las libertades personales, la oposición al intervencionismo excesivo del Estado en asuntos que debieran pertenecer únicamente a la esfera privada, el respeto al pluralismo y a las decisiones tomadas por cada cual sobre la mejor forma de vivir su vida... Hay que tener mucho cuidado aquí para no excederse en el ejercicio de los poderes del Estado y lanzarse a una fervorosa cruzada anti-musulmana que para nada puede justificarse en el seno de una sociedad liberal y democrática.