30 de diciembre de 2011

"Un PSOE unido que diga lo mismo en todas partes".

Rubalcaba presentó ayer su candidatura a la Secretaría General del PSOE y, a juzgar por lo que publica la prensa hoy, uno de los elementos fundamentales de su discurso fue la reivindicación de "un PSOE que diga lo mismo en todas partes". El periodista que escribe la crónica para El País lo resume de la siguiente forma:
La organización que quiere tiene que ser "un partido nacional que vertebre España, que no tiene que ver con una revisión del Estado autonómico", aclaró de inmediato. Sobre esta última alusión se extendió un poco más a sabiendas de que su reflexión puede ser polémica en algunas comunidades como Cataluña. "Los socialistas tenemos que ser capaces de decir lo mismo en todas las comunidades y, compañeros, reconozcamos que últimamente se nos ha olvidado". Para algunos sectores del PSOE, además de por la gestión de la crisis, la diversidad de mensajes en las autonomías ha contribuido al desapego de muchos ciudadanos.
Como era de esperar, no han tardado en oírse las voces críticas en el seno del PSC, desde donde se pide a Rubalcaba que respete la tradición federal del PSOE. Según nos cuenta una vez más El País, el primer secretario del PSC, Pere Navarro, expresó su visión de la siguiente forma:
"Donde Rubalcaba dijo nacional yo habría dicho federal, porque creo en una España federal. El PSOE lo es, ya que tiene una comisión ejecutiva que se llama federal", ha dicho Navarro en declaraciones a Catalunya Ràdio.
Ya se sabe que el tema éste de la esencia última del concepto de España da mucho juego. Además, casi siempre está bien visto en el resto del país criticar a "los catalanes" por su desapego y supuesto egocentrismo. Sin embargo, yo no me he considerado nunca anti-catalanista. Peo es que, además, independientemente de lo que uno piense de Cataluña y los catalanes, el caso es que Pere Navarro lleva toda la razón en este caso. El PSOE se ha venido organizando desde la Transición como una organización de claro carácter federal, gueste o no guste a cierta gente. Eso puede cambiarse, por supuesto. Pero habría que proponerlo en un congreso y que lo apoyara la mayoría del partido. Tampoco conviene olvidar que los compañeros catalanes han tenido en ocasiones su propio grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados o el Senado. No es nada nuevo. Ya sucedió, si mal no recuerdo, durante la Transición, antes de que se ganaran las elecciones de 1982. Una vez más, el modelo puede gustar más o menos, pero no se trata de ninguna locura que se les haya ocurrido ahora.

En cualquier caso, lo que a mí me parece importante no es tanto el toma y daca entre los distintos niveles orgánicos de poder dentro del partido (que es de lo que a menudo se trata en realidad cuando se oyen estas pomposas declaraciones) como otro aspecto que se me antoja mucho más fundamental: ¿cuál es la visión de España que defendemos los socialistas? Porque parece evidente que, dependiendo de esa visión, así deberíamos organizar nuestro propio partido. Y, en este sentido, yo sigo creyendo firmemente en el modelo federal que hemos venido defendiendo durante varias décadas. Cuidado, porque digo modelo federal, que no confederal. Son dos cosas distintas. La diferencia puede ser a veces bastante sutil, pero existe.

Pero es que, además, independientemente del modelo de partido, es que tampoco estoy de acuerdo con la premisa de que "el partido ha de decir lo mismo en todos sitios". ¿Dónde queda la democracia, entonces? Se me antoja que la frasecita de marras (muy del gusto de gente como Bono, supongo) refleja una mentalidad acostumbrada a imponer las cosas desde arriba. El papel que debe desempeñar un partido político en democracia consiste en reflejar y representar los intereses, ideas y aspiraciones de la sociedad. Si tratamos de imponer una especie de síntesis desde arriba, no hacemos sino destruir la democracia. Permitamos que el partido refleje, también, las diferencias de opinión que existen en su seno, en ocasiones siguiendo las líneas de demarcación territoriales, y en otras ocasiones siguiendo cualquier otro tipo de línea. ¿Que la dirección federal del partido ha de defender la línea aprobada por la mayoría de sus militantes? Sin lugar a dudas. Al menos en lo que respecta a las decisiones que incumben a la dirección federal. Pero ello no quita para los distintos niveles del partido se adapten a las características de sus respectivos territorios. De lo contrario, como decía, malbaratamos la democracia.

21 de diciembre de 2011

Nueva Vía, manifiestos y los fantasmas del pasado.

Una de mis amistades en Facebook subió ayer un enlace a una noticia publicada por El País en junio del 2000 sobre Nueva Vía y la renovación del PSOE que merece la pena releer en estos momentos:

Los socialistas tienen motivos suficientes para estar orgullosos de los cambios que impulsaron los Gobiernos presididos por Felipe González y por la acción de su partido, el PSOE, desde los añs ochenta, según un documento firmado por el grupo Nueva Vía. Su líder, José Luis Rodríguez Zapatero, ofrece a sus compañeros en el próximo congreso un proyecto "que parte de lo ya conseguido", pero que tiene que renovarse en políticas y en personas en sintonía con las exigencias del mundo actual.

Liberalizar la economía y crear una poderosa política social para combatir las desigualdades personales y territoriales también fueron tareas de González, que ahora hay que continuar aunque adaptándolas a una "realidad distinta". Nueva Vía reviste sus postulados respecto a la organización del PSOE con palabras de reconciliación, aboga por el abandono de planteamientos sectarios e invoca la libertad, solidaridad y generosidad entre militantes y dirigentes. Con esta tarjeta de presentación, en un documento de 19 páginas, Rodríguez Zapatero, secretario provincial de León y diputado por esa circunscripción, prepara su proclamación, este domingo, como candidato a liderar el PSOE durante el congreso pronvicial de León en el que se elegirán los delegados al congreso federal.

Llaman la atención, me parece, tres elementos fundamentales: primero, la reivindicación del proyecto liberalizador del felipismo; segundo, el apoyo a una política social más firme y expandida; y, tercero, las etéreas declaraciones en lo que respecta a la vida orgánica del partido. En lo que respecta a lo primero, ahora podemos concluir que los Gobiernos de Zapatero continuaron las políticas económicas social-liberales de Felipe González (es decir, la ortodoxia económica de nuestro tiempo) sin grandes cambios. El segundo ámbito, el de las políticas sociales, es quizá donde la impronta de Zapatero ha sido más clara. Ahí sí que llevó a cabo una política claramente progresista que seguramente permanecerá en el tiempo. Y, finalmente, por lo que hace al tercer aspecto, el de la vida interna del PSOE, podemos decir que se mantuvo en esa misma ambigüedad calculada con la que comenzó su andadura (es decir, se hicieron simulacros de apertura, sobre todo en lo que respecta a la implantación de las primarias, pero de mala gana y sin aplicar las medidas con todas sus consecuencias).

¿Por qué menciono todo esto precisamente ahora? Porque convendría no dejarse engañar por preciosas palabras y buenas intenciones ahora que algunos líderes socialistas están comenzando a publicar manifiestos. No consiste en cambiar a los cabezas de cartel, sino en reformar profundamente las propias estructuras organizativas del partido, incluyendo su relación con la sociedad. Por supuesto, esto llevará tiempo. Conviene no impacientarse y hacer las cosas como deben hacerse, poquito a poco. Al menos si queremos que resulte algo medianamente digno.

13 de julio de 2011

Desempleo juvenil "sobradamente preparado"

Un breve comentario sobre algo que se oye y se lee bastante a menudo acerca de la lacra del desempleo juvenil. Casi pareciera que es imposible hablar del tema sin quejarse del hecho de que tantos milones de jóvenes españoles estén tan "excelentemente formados" que cuenten en su haber con tal o cual titulación universitaria, además de un título de postgrado en algunas ocasiones, y sin embargo no acierten a encontrar trabajo fijo más allá de desempeñarse como cajero de un supermercado o camarero de un bar. Yo, como es obvio, también constato el hecho, como constato igualmente el hecho de que la amplia mayoría de dichos jóvenes son licenciados en Magisterio, una de las filologías, Historia o algo similar, pero suelen escasear los ingenieros que no encuentran otra cosa que un trabajo de cajero en Mercadona. Lo digo porque da la impresión de que bien poca gente se plantea lo que a mí, por el contrario, me parece que es precisamente la raíz del problema, esto es, que la nuestra es una sociedad poco dada a las ciencias y las tecnologías y demasiado volcada quizá en las humanidades. O, lo que es lo mismo, que a lo mejor esos jóvenes no están tan "sobradamente preparados" como se afirma. Al fin y al cabo, en una sociedad de mercado (porque vivimos en una sociedad de mercado, en caso de que alguien se haya olvidado) la preparación que cuenta es la que puede venderse en el mercado de trabajo. Nadie debiera sorprenderse por estar "sobradamente preparado" en un campo para el que hay poca oferta de puestos de trabajo y después quejarse de que uno está en el paro. Y cuidado, porque lo dice alguien que estudió Ciencias Políticas en la Universidad y acabó trabajando de informático. Está muy bien eso de estudiar lo que a uno le gusta, pero no podemos quejarnos después de que no se nos ofrecen puestos de trabajo en dicho ámbito. Se trata de algo, además, que seguramente cambiaría bien poco en cualquier otro sistema económico, para ser honestos. Al fin y al cabo, la función de un puesto de trabajo es hacer algo de utilidad a la sociedad en su conjunto. Si, por lo que quiera que fuere, nos despertásemos mañana viviendo en una sociedad socialista (por poner un ejemplo), se me hace difícil concebir que pudiera ser de otra forma.

¿Cómo salir de este hoyo, entonces? Pues haría falta fomentar las disciplinas científicas y tecnológicas ya desde la escuela primaria, lo que requeriría entre otras cosas abandonar la pedagogía fundamentalmente libresca que tanto nos gusta por estos lares (algo seguramente asociado al apego por las humanidades a que me refería algo más arriba). Además, convendría que nuestros medios de comunicación (sobre todo los públicos) hicieran otro tanto. Y haría falta, en fin, que fuéramos capaces de construir una identidad propia alejada de los estereotipos sobre el "duende" y el "arte" congénito a nuestra gente. Si tanto nos repetimos una y otra vez que por aquí tenemos "un arte muy especial", que somos unos "genios de la improvisación", que todo hijo de vecina es "original" y "creativo" y además se nos presentan continuamente a los artistas, escritores y deportistas como modelos a imitar (y raramente, todo hay que decirlo, a un científico o un programador), tiene poco de extraño que la amplia mayoría de la gente sienta atracción por esos campos.

18 de agosto de 2010

Luis Yáñez: "Lecciones del pasado" (sobre las primarias).

El tema de las primarias sigue dando mucho que hablar, sobre todo a raíz de que Tomás Gómez plantara cara a Zapatero en la Comunidad de Madrid. Entre todo lo que se ha venido escribiendo estos días, me ha gustado bastante el artículo Lecciones del pasado, de Luis Yáñez, publicado hoy por El País, donde defiende ya desde el primer párrafo la idea de que "las primarias más genuinas y auténticas de cuantas -no muchas- se han celebrado en España para elegir a un candidato a unas elecciones democráticas fueron, sin duda, las que enfrentaron a Joaquín Almunia y José Borrell en 1998". No cabe duda de que, en aquella ocasión, los militantes socialistas tuvieron la posibilidad (¡y bien que la aprovecharon!) de enmendarle la plana al mismísmo Felipe González, retirando su apoyo a quien el otrora Presidente del Gobierno y Secretario General del Partido eligiera a dedo como su sucesor, esto es, a Joaquín Almunia. Como bien nos recuerda Yáñez, la campaña de aquellas primarias dinamizó la vida del Partido, animó tanto a militantes como simpatizantes y, en buena medida, reportó una enorme ganancia de credibilidad a los socialistas. Sencillamente, era la primera vez que un partido político español se atrevía a elegir a su candidato a la Presidencia del Gobierno de forma tan transparente, abierta y democrática que hasta los propios militantes pudieron echar por tierra los planes del aparato orgánico e imponer a otro candidato que le parecía más adecuado a las circunstancias. La democracia en acción.

Claro que después pasó lo que pasó. El aparato supo recomponerse, hacerle el vacío a Borrell (el ganador de aquellas ilusionantes primarias) y hasta acabar con él antes de que tuviera siquiera oportunidad de hacer campaña para las generales del 2000. Ya sabemos lo que pasó. Se presentó Almunia y el PP obtuvo la mayoría absoluta. O, lo que es lo mismo, que el primer candidato elegido en unas primarias ni siquiera tuvo ocasión de probar suerte. Lo hizo, en su lugar, el candidato "natural", orgánico y del aparato y, por supuesto, los resultados fueron desastrosos. Sin embargo, apenas unos años después salió elegido como nuevo Secretario General del PSOE un desconocido que se llamaba José Luis Rodriguez Zapatero por el que no apostaba nadie del aparato porque, entre otras cosas, no se sabía ni de qué iba. "¿Pero cómo van a votar los ciudadanos por un candidato que ni siquiera conocen?", se decía. Pues bien, fue precisamente el candidato que, después de vencer en unas elecciones abiertas, transparentes y democráticas donde se presentaban otros tres candidatos a la Secretaría General, nos devolvería el Gobierno poco después.

En fin, que la evidencia está clara, y desde luego no apunta a que sea más fácil obtener buenos resultados electorales cuando los candidatos son elegidos a dedo. Y, sin embargo, continuamos oyendo la misma historia una y otra vez, no se sabe bien por qué. Yáñez nos lo explica en las conclusiones de su artículo:

A partir de entonces los aparatos del PSOE han visto a las primarias como algo rechazable (defienden esta tesis, sobre todo los que perdieron con Almunia). Muy al contrario, si se realizan bien, democráticamente, limpiamente, sin interferencias de aparatos y después se respetan los resultados y todos apoyan al ganador o ganadora, este o esta se convertirán en un competidor o competidora con muchas posibilidades de ganar a su oponente de la derecha.

Esa es la lección a extraer de las primarias que van a oponer a Tomás Gómez y Trinidad Jiménez por la candidatura socialista a la Comunidad de Madrid.

A lo que de verdad se tiene miedo no es a las primarias, sino a perder el control, a no poder decidir a dedo quién será el candidato y, algo mucho peor, a la posibilidad de que tarde o temprano los militantes también quieran decidir no sólo quién será el cabeza de lista, sino también quiénes ocuparán los demás puestos. Eso sí que es un órdago que se teme desde el aparato. Y es que es perfectamente posible ser de ideología socialista y tener una actitud conservadora. Lo uno no está reñido con lo otro.


7 de agosto de 2010

Va de primarias, candidatos y "divisiones internas".

Vaya numerito que nos estamos montando con esto de la candidatura a la Presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid. Que si Zapatero envía a Chaves como recadero para que se entreviste con Tomás Gómez y le convenza de que no se presente como candidato, que si uno y otro lo niegan, que si poco después se reconoce que sí hubo tal encuentro pero no se planteó la retirada de Gómez, que si después se reconoce que todo fue tal y como la prensa lo publicó inicialmente, que Zapatero prefiere a Trinidad Jiménez como candidata, que Tomás Gómez responde diciendo que el PSM le ha votado a él como candidato y en ese caso Trinidad se tendría que enfrentar a él en unas primarias, que si Juan Barranco hace unas declaraciones apoyando a Gómez, Elena Valenciano otras apoyando a Trinidad, Pedro Castro advierte del peligro de convocar unas primarias, que si Zapatero convoca a Tomás Gómez a hablar sobre el tema para después desconvoca la reunión para que no quede clara la diferencia de opiniones... en fin, un auténtico despropósito. Pero a mí, lo que más gracia me hace, es que todavía haya quien afirme sin pudor que no debemos convocar primarias porque "son divisivas" y "darían la impresión de que nos peleamos por los cargos". ¿Mande? ¿He entendido bien? ¿Habrá más división interna que la que estamos demostrando a diario en las portadas de los diarios?

Veamos. En primer lugar, la idea ésta de que la democracia "divide" debiera estar bastante trasnochada. El mero hecho de que el argumento vuelve a surgir entre nosotros ya nos puede dar a entender lo distorsionada que está nuestra democracia. No hay más que echarle un vistazo a cualquier libro de Historia o cualquier discurso político de los años treinta para ver aparecer la idea, una y otra vez de forma machacona, tanto en la extrema derecha como en la extrema izquierda. Parece que en otra cosa no se ponían de acuerdo, excepto en denigrar a las democracias liberales como "débiles" y "caóticas". Claro que después llegó la Segunda Guerra Mundial a poner las cosas en su sitio. De hecho, con el fin de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín, pensaba uno que habíamos puesto fin a aquellas desatinadas ideas de iluminados visionarios, pero al parecer no fue así. Volvemos a las andadas. Todavía quedan individuos que parecen estar convencidos de que el debate abierto, la transparencia en la toma de decisiones y, sobre todo, la democracia, son ideas que "debilitan" y "dividen". Yo, por mi parte, pienso que aún divide más tomar decisiones que afectan a todos los ciudadanos en petit comité y sin consultar a nadie más allá de la mesa camilla. Me perdonarán la arrogancia, pero creo que mi postura se ajusta más a la realidad. No hay más que ver cómo reacciona la gente de la calle a este tipo de noticias que aquí tratamos, por no hablar de lo que indican las encuestas respecto a la idea que tienen los ciudadanos de nuestros políticos.

Pero es que, por si todo esto fuera poco, los hechos no han hecho sino demostrar tozudamente (aunque Zapatero no quiera verlo) que elegir a dedo una vedette para que se presente de candidato en Madrid no conduce a ningún sitio. Ha pasado varias veces. Es más, le ha sucedido a él mismo, pero parece que no quiere aprender de errores pasados. No sé, seguramente será lo que algunos denominan el síndrome de la Moncloa. Los candidatos a dedo se ven como lo que son: personajes ajenos a todo que desembarcan en la capital para ver si logran darle un vuelco a los sondeos y acabar de paso con lustros de hegemonía de la derecha. Sin embargo, lo que ni Zapatero ni muchos otros parecen plantearse es la siguiente cuestión: desde el punto de vista de la izquierda, a la que se le supone cierto interés por transformar la sociedad, ¿de qué vale ganar una Alcaldía con un famosillo que acaba de desembarcar en una organización que ni siquiera conoce? ¿Qué equipo de trabajo es ése? ¿Qué proyecto de transformación? Se gana el poder, cierto, pero nada más. Lo cual, por desgracia, me da a entender que la prioridad es precisamente esa y nada más: alcanzar el poder. Los partidos políticos como meras maquinarias de poder. ¿En eso ha quedado el PSOE de Pablo Iglesias?

No sé, yo sigo estando convencido de que una implantación seria y consistente de las primarias a todo lo largo y ancho de la geografía española tendría el efecto de revitalizar nuestra democracia al tiempo que dinamizaría una vez más a la propia militancia socialista, marcando las distancias de forma clara entre una izquierda con procedimientos transparentes y democráticos y una derecha aferrada a las camarillas de poder. Pero mucho me temo que todavía tardaremos unos cuantos años en ver algo así. Seguramente habrá que esperar a la próxima etapa de hegemonía socialista.

9 de junio de 2010

De la huelga de funcionarios a la necesidad de renovar el partido.

Los sindicatos afirman otra cosa, pero no parece que la huelga de funcionarios convocada para ayer haya tenido mucho éxito, la verdad. Lo digo basándome no sólo en las cifras del Gobierno (según las cuales únicamente el 11,85% de los funcionarios secundaron el paro), sino también en mi propia experiencia personal, anecdótica como es. El caso es que, al contrario que en otros casos donde los sindicatos convocaron huelga del profesorado, las escuelas adonde acuden mis hijos funcionaron ayer sin problema alguno y, según me contaron al regresar a casa, la incidencia fue tan baja que tan sólo faltaron un par de profesores. Como es ógico, ignoro qué puede haber pasado en otros sitios, pero en principio dudo mucho las cifras que ofrecen los sindicatos, según las cuales más del 75% de los funcionarios se encontraban en huelga ayer. Me parece mucho más fiable, lo digo sinceramente, la cifra que da el Gobierno.

Así pues, visto lo visto, las afirmaciones que han hecho hoy los líderes sindicales de que si se convoca una huelga general "será masiva" suena a chiste. Dudo mucho que una participación de menos del 12% sea indicador alguno de apoyo masivo e incondicional a la idea de una huelga general, sobre todo
teniendo en cuenta que quienes estaban convocados al paro de ayer han sido afectados directamente por un plan de austeridad, en tanto que a la huelga general estamos convocados todos, estemos en la situación que estemos. No sé, pero yo en principio me lo pensaría dos veces antes de ponerme demasiado gallito si fuera un líder sindical. El caso es que, aunque a los funcionarios no les hace maldita gracia el recorte de salario, parecen ser conscientes (a juzgar por aquellos con quienes he tenido oportunidad de hablar sobre el asunto) de que, efectivamente, al menos ellos tienen una relativa seguridad en el trabajo, cosa que la amplia mayoría de trabajadores no pueden decir, y, por si esto fuera poco, no hay más que echarle un vistazo a lo que se está haciendo en otros países europeos para concluir que no se puede culpar a Zapatero de todo. Si alguien tenía aún alguna duda, el Gobierno alemán anunció hace apenas un par de días que su plan de ajuste presupuestario incluirá no sólo recortes salariales, sino incluso despidos de miles de funcionarios. Y estamos hablando de Alemania, cuya economía se encuentra en una situación infinitamente mejor que la nuestra (como ha venido siendo el caso desde hace décadas, por otro lado).

En fin, que no tengo tan claro yo que la mayoría de ciudadanos esté dispuesta a apoyar una huelga general, sobre todo teniendo en cuenta que, casi por definición, las razones y reivindicaciones son más abstractas que las de la huelga de funcionarios convocada ayer. Por el contrario, me parece que la gente se siente engañada, sí. El sistema de libre mercado ha quedado desenmascarado como lo que es: un sistema injusto y depredador que privatiza los beneficios y socializa las pérdidas. Todo el mundo tiene bien claro ya que los impuestos los pagan quienes tienen nómina, y no los grandes empresarios ni los que disfrutan de las grandes fortunas, que ya saben a la perfección qué hacer para defraudar al fisco, aunque sea buscándole tres pies al gato y con trucos del almendruco. Todo esto lo tiene claro la gente. Lo que sucede es que nadie acierta a ver una alternativa. De ahí que ni siquiera las huelgas estén funcionando. Nos han repetido durante tanto tiempo que el sistema de libre mercado (esto es, el capitalismo) es lo único que hay, tan dañada está la credibilidad del socialismo después del fracaso estrepitoso de los experimentos del socialismo real y la traición de la socialdemocracia en la forma de una progresiva profesionalización liberal-progresistai, que ya ni siquiera nos queda el recurso a la protesta. "¿Protestar, para qué?", parece pensar todo el mundo. "A lo mejor me quedo muy a gusto después de dar varias patadas y romper unos cuantos cristales, pero todo seguirá igual, si no peor". Y, seamos honestos, ¿quién puede argumentar contra eso? ¿Acaso se vislumbra una alternativa seria y creíble por algún sitio? ¿Dónde? Mucho me temo que el ciudadano medio no va a responder en la forma de huelgas, sino más bien mediante el apoyo l populismo en las urnas o, si acaso, con la abstención masiva. Si algo ha dejado bien patente esta crisis es que el poder político está claramente supeditado a los intereses económicos de las grandes fortunas, las multinacionales y los bancos. Eso ya no hay quien lo niegue. Mientras tanto, desde la izquierda, nos seguimos empeñando en responder con la actitud timorata de costumbre, la que nos viene caracterizando desde que se desencadenara la ofensiva neoliberal: murmuramos esto o lo otro, hacemos un llamamiento a cerrar filas, hablamos de la necesidad de ganar las próximas elecciones en nombre del "mal menor"... Todo eso es completamente inútil. Si no acertamos a conectar una vez más con la calle, abriendo nuestras organizaciones y abandonando la profesionalización que adoptamos poco a poco conforme nos fuimos adaptando a las instituciones de la democracia parlamentaria, no seremos capaces de reconstruir una auténtica alternativa socialista. Lo que hay que trabajarse es la calle, pero escuchando a la gente y organizando respuestas a sus problemas a ras de suelo, a través del activismo político y social, y no limitándonos a "movilizar el voto", que es lo que siempre hemos hecho. Los socialistas hemos olvidado en qué consiste estar realmente integrados con la sociedad que nos rodea (sobre todo con los más humildes) y lo vemos todo en términos puramente institucionales, como si el objetivo de la lucha no fuera más que ganar más escaños o conseguir tal o cual Alcaldía. Hemos olvidado el mensaje de Pablo Iglesias y demás fundadores del partido: el trabajo hay que hacerlo a pie de calle, con la gente, y no en los pasillos. Esto último contribuye, ayuda, pero no es lo fundamental. Ahora no nos queda más remedio que abrir el partido.

12 de enero de 2010

Campaña "Con mi dinero no" y progresiva americanización de la derecha española.

Anoche estuve trabajando en la Casa del Pueblo y, en uno de los descansos, se me ocurrió salir a la puerta a estirar un poco las piernas. Nada más acercarme a la calle, me di cuenta de que alguien había colocado un par de pegatinas en nuestra puerta que, sin duda, no estaban ahí cuando llegué apenas dos horas antes. Se trataba de propaganda a favor de la campaña "Con mi dinero no", de la denominada Plataforma Clases Medias, de la cual no había oído hablar antes. Ya imaginaba uno de qué pie pudieran cojear, por supuesto, pero por si acaso visité su web y me encontré con lo que fácilmente podía preverse: parece tratarse de una asociación abiertamente conservadora, militantemente contraria al Presidente Zapatero hasta el punto de caer en la mofa y el insulto fácil, y propensa a publicar enlaces a historias de medios como Intereconomía y Libertad Digital. El incidente, no obstante, me llevó a hacer unas cuantas reflexiones que me parece conveniente compartir en estas páginas.

En primer lugar, llama la atención la capacidad que está demostrando la derecha española para adaptarse a las nuevas tecnologías. No se trata ya meramente del hecho de que no hay contrapartida alguna por parte de la izquierda para hacer contrapeso a un medio como Libertad Digital, sino que los militantes ultraconservadores y neoliberales hacen acto de presencia casi constante en las webs de todos los diarios de tirada nacional, incluyendo aquellos que son más favorables al PSOE. No hay más que leerse los comentarios añadidos por los lectores a muchas de las noticias para darse cuenta de esto. Frente a esto, ¿qué podemos mostrar desde la izquierda? Cierto, existen la Blogosfera Progresista y la Red de Blogs Socialistas, pero ni tienen la implantación de los medios de la derecha, ni tampoco aciertan a mostrar una imagen que no esté directamente vinculada a la dirección del Partido Socialista. Sí, ya sé, no me engaño. Por supuesto que Libertad Digital tiene todo el apoyo de la derecha económica, social y política, pero al menos no muestran descaradamente banners del PP como patrocinador de su web.

Segundo, por si lo anterior fuera poco en cuanto a la progresiva americanización de la derecha española (hace ya tiempo que está adoptando los mismos métodos que los republicanos estadounidenses), no cabe duda de que el PP está logrando renovar las formas y los discursos para acercarse a la gente joven y las nuevas clases medias, a quienes parece estar llevándose al bote sin mayor problema. Mientras la derecha radicaliza su discurso contra los impuestos, a favor de la escuela concertada, la iniciativa empresarial y la asignación de recursos al sector privado, nosotros nos quedamos sin aliento y no acertamos a dar respuesta. Sólo somos capaces de repetir el viejo mantra que contrapone el "pueblo llano" a "la derecha de siempre", la "gente de la calle" a "los privilegiados", como si buena parte de nuestros propios cuadros no pertenezcan precisamente a la élite en casi todas las acepciones del término (unos porque hayan nacido entre las clases pudientes, mientras que otros, aunque sean de extracción más humilde, como es mi propio caso, han ascendido peldaños hasta el punto que no podemos considerarlos "humildes" sino haciendo un buen derroche de imaginación). En fin, que hemos dejado que sea la derecha la que se apropie del espacio electoral ocupado por las nuevas clases medias, por lo que no tiene nada de extraño que tengamos problemas para recuperar plazas como Madrid o Valencia y sigamos perdiendo fuerza en casi todas las capitales de provincia andaluzas. Sencillamente, nos da miedo. Pensamos que, al hacer un esfuerzo por dirigirnos a los profesionales urbanos y plantear soluciones a sus problemas, traicionamos de alguna forma a nuestro electorado tradicional, el electorado más humilde y de extracción social claramente obrera. Me parece un tremendo error. La socialdemocracia sólo ha funcionado cuando ha sido capaz de convencer a trabajadores y clases medias para que compartan un mismo proyecto.

Finalmente, me llamó la atención también el discurso radical contra el sistema fiscal que se está extendiendo entre nuestra derecha. Después de haber vivido tanto tiempo en los EEUU no me sorprende del todo, la verdad sea dicha, pero sí que me parece curioso el hecho de que por aquí estén copiando hasta esa parte de la estrategia republicana. Supongo que algo tendrá que ver con la temporada que Aznar pasó allí dando conferencias en la Universidad de Georgetown. El caso es que están copiando el discurso literalmente, sin que les falte siquiera una coma, algo que uno pensaba que no funcionaría del todo en una sociedad donde el concepto de solidaridad ha estado siempre más presente, la memoria de las penurias de postguerra es todavía reciente y que, al fin y al cabo, se sitúa dentro de un contexto como el europeo donde se da una fuerte tradición de políticas sociales y el Estado del Bienestar está sólidamente implantado. Sin embargo, la realidad es que la rebelión anti-fiscal se está extendiendo como la pólvora también entre nosotros. El discurso es siempre el mismo, eso sí. E igual de simplista también. Se subraya que el dinero es de quien lo gana, no del Estado, al tiempo que se ignora por completo un hecho tan fundamental como que el ser humano no puede concebirse sin la sociedad en que se desenvuelve. En otras palabras, la riqueza no pertenece solamente al individuo, sino que es imposible entenderla sin el contexto social en que se produce. Después de todo, cuesta trabajo imaginarse a un Bill Gates surgiendo en el contexto socioeconómico y político de Haiti, por poner tan sólo un ejemplo. Esto debiera ser obvio a cualquiera que se plantee el tema con un mínimo de objetividad. Claro que, precisamente por eso, me preocupa la situación. Todo parece indicar que la derecha (sí, también en Europa) está logrando imponer hasta tal punto su discurso ideológico que hasta lo más obvio hay que explicarlo. Pintan bastos.