18 de agosto de 2010

Luis Yáñez: "Lecciones del pasado" (sobre las primarias).

El tema de las primarias sigue dando mucho que hablar, sobre todo a raíz de que Tomás Gómez plantara cara a Zapatero en la Comunidad de Madrid. Entre todo lo que se ha venido escribiendo estos días, me ha gustado bastante el artículo Lecciones del pasado, de Luis Yáñez, publicado hoy por El País, donde defiende ya desde el primer párrafo la idea de que "las primarias más genuinas y auténticas de cuantas -no muchas- se han celebrado en España para elegir a un candidato a unas elecciones democráticas fueron, sin duda, las que enfrentaron a Joaquín Almunia y José Borrell en 1998". No cabe duda de que, en aquella ocasión, los militantes socialistas tuvieron la posibilidad (¡y bien que la aprovecharon!) de enmendarle la plana al mismísmo Felipe González, retirando su apoyo a quien el otrora Presidente del Gobierno y Secretario General del Partido eligiera a dedo como su sucesor, esto es, a Joaquín Almunia. Como bien nos recuerda Yáñez, la campaña de aquellas primarias dinamizó la vida del Partido, animó tanto a militantes como simpatizantes y, en buena medida, reportó una enorme ganancia de credibilidad a los socialistas. Sencillamente, era la primera vez que un partido político español se atrevía a elegir a su candidato a la Presidencia del Gobierno de forma tan transparente, abierta y democrática que hasta los propios militantes pudieron echar por tierra los planes del aparato orgánico e imponer a otro candidato que le parecía más adecuado a las circunstancias. La democracia en acción.

Claro que después pasó lo que pasó. El aparato supo recomponerse, hacerle el vacío a Borrell (el ganador de aquellas ilusionantes primarias) y hasta acabar con él antes de que tuviera siquiera oportunidad de hacer campaña para las generales del 2000. Ya sabemos lo que pasó. Se presentó Almunia y el PP obtuvo la mayoría absoluta. O, lo que es lo mismo, que el primer candidato elegido en unas primarias ni siquiera tuvo ocasión de probar suerte. Lo hizo, en su lugar, el candidato "natural", orgánico y del aparato y, por supuesto, los resultados fueron desastrosos. Sin embargo, apenas unos años después salió elegido como nuevo Secretario General del PSOE un desconocido que se llamaba José Luis Rodriguez Zapatero por el que no apostaba nadie del aparato porque, entre otras cosas, no se sabía ni de qué iba. "¿Pero cómo van a votar los ciudadanos por un candidato que ni siquiera conocen?", se decía. Pues bien, fue precisamente el candidato que, después de vencer en unas elecciones abiertas, transparentes y democráticas donde se presentaban otros tres candidatos a la Secretaría General, nos devolvería el Gobierno poco después.

En fin, que la evidencia está clara, y desde luego no apunta a que sea más fácil obtener buenos resultados electorales cuando los candidatos son elegidos a dedo. Y, sin embargo, continuamos oyendo la misma historia una y otra vez, no se sabe bien por qué. Yáñez nos lo explica en las conclusiones de su artículo:

A partir de entonces los aparatos del PSOE han visto a las primarias como algo rechazable (defienden esta tesis, sobre todo los que perdieron con Almunia). Muy al contrario, si se realizan bien, democráticamente, limpiamente, sin interferencias de aparatos y después se respetan los resultados y todos apoyan al ganador o ganadora, este o esta se convertirán en un competidor o competidora con muchas posibilidades de ganar a su oponente de la derecha.

Esa es la lección a extraer de las primarias que van a oponer a Tomás Gómez y Trinidad Jiménez por la candidatura socialista a la Comunidad de Madrid.

A lo que de verdad se tiene miedo no es a las primarias, sino a perder el control, a no poder decidir a dedo quién será el candidato y, algo mucho peor, a la posibilidad de que tarde o temprano los militantes también quieran decidir no sólo quién será el cabeza de lista, sino también quiénes ocuparán los demás puestos. Eso sí que es un órdago que se teme desde el aparato. Y es que es perfectamente posible ser de ideología socialista y tener una actitud conservadora. Lo uno no está reñido con lo otro.


7 de agosto de 2010

Va de primarias, candidatos y "divisiones internas".

Vaya numerito que nos estamos montando con esto de la candidatura a la Presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid. Que si Zapatero envía a Chaves como recadero para que se entreviste con Tomás Gómez y le convenza de que no se presente como candidato, que si uno y otro lo niegan, que si poco después se reconoce que sí hubo tal encuentro pero no se planteó la retirada de Gómez, que si después se reconoce que todo fue tal y como la prensa lo publicó inicialmente, que Zapatero prefiere a Trinidad Jiménez como candidata, que Tomás Gómez responde diciendo que el PSM le ha votado a él como candidato y en ese caso Trinidad se tendría que enfrentar a él en unas primarias, que si Juan Barranco hace unas declaraciones apoyando a Gómez, Elena Valenciano otras apoyando a Trinidad, Pedro Castro advierte del peligro de convocar unas primarias, que si Zapatero convoca a Tomás Gómez a hablar sobre el tema para después desconvoca la reunión para que no quede clara la diferencia de opiniones... en fin, un auténtico despropósito. Pero a mí, lo que más gracia me hace, es que todavía haya quien afirme sin pudor que no debemos convocar primarias porque "son divisivas" y "darían la impresión de que nos peleamos por los cargos". ¿Mande? ¿He entendido bien? ¿Habrá más división interna que la que estamos demostrando a diario en las portadas de los diarios?

Veamos. En primer lugar, la idea ésta de que la democracia "divide" debiera estar bastante trasnochada. El mero hecho de que el argumento vuelve a surgir entre nosotros ya nos puede dar a entender lo distorsionada que está nuestra democracia. No hay más que echarle un vistazo a cualquier libro de Historia o cualquier discurso político de los años treinta para ver aparecer la idea, una y otra vez de forma machacona, tanto en la extrema derecha como en la extrema izquierda. Parece que en otra cosa no se ponían de acuerdo, excepto en denigrar a las democracias liberales como "débiles" y "caóticas". Claro que después llegó la Segunda Guerra Mundial a poner las cosas en su sitio. De hecho, con el fin de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín, pensaba uno que habíamos puesto fin a aquellas desatinadas ideas de iluminados visionarios, pero al parecer no fue así. Volvemos a las andadas. Todavía quedan individuos que parecen estar convencidos de que el debate abierto, la transparencia en la toma de decisiones y, sobre todo, la democracia, son ideas que "debilitan" y "dividen". Yo, por mi parte, pienso que aún divide más tomar decisiones que afectan a todos los ciudadanos en petit comité y sin consultar a nadie más allá de la mesa camilla. Me perdonarán la arrogancia, pero creo que mi postura se ajusta más a la realidad. No hay más que ver cómo reacciona la gente de la calle a este tipo de noticias que aquí tratamos, por no hablar de lo que indican las encuestas respecto a la idea que tienen los ciudadanos de nuestros políticos.

Pero es que, por si todo esto fuera poco, los hechos no han hecho sino demostrar tozudamente (aunque Zapatero no quiera verlo) que elegir a dedo una vedette para que se presente de candidato en Madrid no conduce a ningún sitio. Ha pasado varias veces. Es más, le ha sucedido a él mismo, pero parece que no quiere aprender de errores pasados. No sé, seguramente será lo que algunos denominan el síndrome de la Moncloa. Los candidatos a dedo se ven como lo que son: personajes ajenos a todo que desembarcan en la capital para ver si logran darle un vuelco a los sondeos y acabar de paso con lustros de hegemonía de la derecha. Sin embargo, lo que ni Zapatero ni muchos otros parecen plantearse es la siguiente cuestión: desde el punto de vista de la izquierda, a la que se le supone cierto interés por transformar la sociedad, ¿de qué vale ganar una Alcaldía con un famosillo que acaba de desembarcar en una organización que ni siquiera conoce? ¿Qué equipo de trabajo es ése? ¿Qué proyecto de transformación? Se gana el poder, cierto, pero nada más. Lo cual, por desgracia, me da a entender que la prioridad es precisamente esa y nada más: alcanzar el poder. Los partidos políticos como meras maquinarias de poder. ¿En eso ha quedado el PSOE de Pablo Iglesias?

No sé, yo sigo estando convencido de que una implantación seria y consistente de las primarias a todo lo largo y ancho de la geografía española tendría el efecto de revitalizar nuestra democracia al tiempo que dinamizaría una vez más a la propia militancia socialista, marcando las distancias de forma clara entre una izquierda con procedimientos transparentes y democráticos y una derecha aferrada a las camarillas de poder. Pero mucho me temo que todavía tardaremos unos cuantos años en ver algo así. Seguramente habrá que esperar a la próxima etapa de hegemonía socialista.