21 de junio de 2008

Algunas propuestas constructivas para mejorar el debate congresual.

Si hay algo que detesto en política es la mera crítica destructiva incapaz de proponer aunque sea esbozos de alternativas o soluciones a los problemas que se plantean. Por consiguiente, tras haber publicado un par de entradas criticando la forma en que se ha llevado a cabo el proceso congresual del PSOE de Sevilla, quiero dejar constancia aquí de unas cuantas ideas que quizá pudieran contribuir a solventar los problemas de los que he hablado.

No me queda más remedio que comenzar por lo más básico, aunque pueda resultar algo ridículo recordar cosas tan elementales. Nadie puede esperar que los militantes de base discutan y debatan seriamente los documentos de la Comisión Ejecutiva Federal y Regional si no nos son entregados con la suficiente antelación. Estos debieran ser publicados en el web del Partido al menos un mes antes del inicio del período de elección de delegados a los congresos. Se trata de la única forma posible de garantizar que las Agrupaciones Locales puedan organizar debates y sesiones de trabajo mínimamente serias donde la voz de los militantes pueda ser tenida en cuenta más allá de la mera retórica pseudo-demagógica de que hacen gala nuestros dirigentes con demasiada frecuencia.

Segundo, asegurémonos de que las Agrupaciones Locales no eligen a sus delegados al congreso por motivos espúreos que nada tienen que ver con la representación democrática. Por desgracia, las Asambleas Extraordinarias donde se llevan a cabo estas elecciones suelen destacar por la ausencia de debate sobre el contenido de las enmiendas y las distintas posiciones ideológicas y estratégicas que vayan a adoptar los candidatos. Por el contrario, lo que suele ocurrir se parece mucho más a una escenificación de estériles disputas internas cuyo único objetivo es alcanzar determinadas cuotas de poder personal y dirimir las cuitas entre tal o cual familia o clan. Cuando el debate no existe, cuando nadie expone sus puntos de vista en público, cuando los cerebros que organizan cada familia pasan consignas a los militantes fantasma que únicamente aparecen por la Casa del Pueblo para votar lo que les indican, parece imposible pensar que todo ello tenga como consecuencia un verdadero debate de ideas en el propio Congreso. Sencillamente, el proceso está viciado ya desde la base. Si se presentan varias candidaturas, que cada una tenga la posibilidad de exponer las razones por las que considera oportuno no integrarse en la que postula el Comité Local, que se debata y se discuta, que se intercambien las opiniones y se enriquezca la vida interna del Partido de verdad, más allá de las meras palabras.

Tercero, que el propio Congreso vaya encaminado principalmente a intercambiar las opiniones de los delegados, y no a evitar conflictos por temor a que los medios de comunicación magnifiquen las noticias sobre supuestas divisiones internas. El debate, en democracia, ha de ser de lo más lógico y normal. De hecho, la amplia mayoría de los ciudadanos lo asume así, aunque a nosotros nos cueste trabajo asumirlo y prefiramos apostar por las listas de integración y las crisis cerradas en falso para evitar dar la impresión de divisiones intrapartidarias. La realidad es que España cuenta con una democracia consolidada y madura. Los ciudadanos están hartos de artimañas y oligarquías partidistas (los tristemente famosos aparatos) y están exigiendo a gritos transparencia y auténtica democracia interna en nuestros partidos políticos. Si nuestros dirigentes no son capaces de afrontar siquiera el debate interno, ¿cómo pueden garantizar un mínimo de capacidad intelectual para el debate sobre soluciones y políticas que debe caracterizar cualquier democracia avanzada? Hay que abandonar de una vez por todas esos temores al pluralismo y el libre intercambio de ideas que provienen de un pasado en el que la sociedad española aún no había logrado asumir plenamente una mentalidad democrática. La transición hace ya tiempo que finalizó y las nuevas generaciones exigen otras formas de hacer política, más abiertas y transparentes, más participativas. Vivimos en una sociedad de la información, pero son aún demasiados los dirigentes que no han entendido el alcance de los cambios que dicha sociedad impone y pretenden hacer política al viejo estilo, controlando y manipulando la información de la que disponen. No parecen darse cuenta de que, en un mundo dominado por las nuevas tecnologías y la presencia constante de mensajes de lo más diverso en el gran zoco de las ideas, no hay forma de ponerle puertas al campo.

En fin, seguramente habrá otras muchas propuestas que podríamos hacer para mejorar nuestro proceso congresual pero que con estas líneas tenemos ya un breve esbozo con el que comenzar a trabajar.

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