3 de junio de 2008

Asamblea de Presupuestos Participativos en mi barrio

Ayer tuve ocasión de asistir por primera vez a la asamblea de Presupuestos Participativos en mi barrio, Bellavista. Se trata de una idea aplicada por primera vez en la ciudad brasileña de Porto Alegre tras la victoria del Partido de los Trabajadores de Lula da Silva y que pretende acercar el proceso de toma de decisiones sobre los presupuestos municipales a los ciudadanos, permitiéndoles que propongan, debatan y aprueben la inversión de una determinada cantidad de dinero público en aquello que crean más conveniente o necesario. En otras palabras, se trata de una herramienta de democracia participativa cuyo objetivo principal es involucrar al conjunto de los ciudadanos en la gestión de los presupuestos municipales, extendiendo con ello la corresponsabilidad política. Aquí en Sevilla, la idea fue sugerida (todo hay que decirlo) por la gente de Izquierda Unida cuando firmaron el primer acuerdo de gobierno con los socialistas hace poco más de cinco años.

En principio, creo justo reconocer que la experiencia es más bien positiva. Son varias las razones que me llevan a dicha conclusión: en primer lugar, ayer habría unas 300 ó 400 personas asistiendo a la asamblea de mi barrio que, de otra forma, es bien posible que jamás se hubieran implicado en la política municipal; segundo, es útil también como elemento de pedagogía cívica, introduciendo a muchos vecinos a los procedimientos lógicos y normales en la toma de decisiones de un Ayuntamiento; y, tercero, proporciona a la Administración local una herramienta valiosísima para estar al tanto del sentir de la calle. Por si fuera poco, a todo ello habría que añadirle otro factor que a mí me parece de extraordinaria importancia: la valentía de experimentar con nuevas ideas y métodos en una sociedad como la nuestra, que suele estar demasiado apegada a las tradiciones y las formas de siempre. Por todo ello, bienvenido sean los presupuestos participativos.

Ahora bien, esto no quiere decir que no haya también problemas y aspectos que mejorar. Así, en primer lugar, es auténticamente vergonzoso observar el extraordinario nivel de improvisación con que se afronta una reunión de este nivel y con esta asistencia. Entiendo que esto de la improvisación es algo muy propio de nuestra forma de hacer las cosas, pero ya va siendo hora de cambiarlo. No puede ser que se entregue a los vecinos un documento conteniendo el compendio de todas las propuestas con unos días de antelación y después llegue uno a la asamblea para encontrarse con un buen número de propuestas adicionales que no habían sido incluidas en el documento original. Esto no sólo demuestra un alto grado de improvisación, sino que además disminuye las posibilidades de que los ciudadanos lleven a cabo la deliberación y reflexión necesarias para que todo el proceso funcione correctamente. En segundo lugar, también me llamó enormemente la atención que algunos vecinos acudieran a la asamblea con la intención de votar por tal o cual propuesta que les interesaba a ellos particularmente y abandonaran la sala de reunión en cuanto dicha votación hubiera finalizado, mostrando bien poco interés por los asuntos del resto de la comunidad. Aquí es necesario, sin duda, hacer un mayor esfuerzo en el aspecto de pedagogía cívica al que me refería algo más arriba. Quizá mereciera la pena que la presidencia de la mesa dirigiera unas palabras a los asistentes sobre este tema antes de comenzar los debates y votaciones. Tercero, y esto es algo que a lo mejor solamente se aplica a mi barrio, creo que es digno de mención el hecho de que las propuestas que hicieron los vecinos se diferencien más bien poco de las que podrían haber hecho los representantes municipales, adoleciendo por lo general de una falta de imaginación y ambición apabullantes. He de reconocer la parte de culpa que me compete a mí, pues no participé en el proceso con ninguna propuesta (algo que, espero, podré solventar el año que viene), pero es un poco vergonzoso comprobar que la amplia mayoría de propuestas, lejos de sugerir soluciones creativas e innovadoras a los problemas que tenemos planteados, no pasan de exigir la reparación de una acera aquí o la organización de una fiesta vecinal (llámese carnaval, feria, velada o discoteca) allá. En definitiva, cacao para el mono, el viejo y conformista panem et circenses. Por último, he de mencionar otro asunto que me preocupa con respecto al proceso de presupuestos participativos, y es que el Ayuntamiento parece caer en cierta dejación de funciones con la excusa de que los propios vecinos pueden presentar sus propuestas en la asamblea vecinal. No es la primera vez que oigo, en este sentido, a un concejal o a un Director de Distrito, sugerir que una propuesta de arreglo de la vía pública o de mejora de la seguridad de los peatones en un determinado cruce se lleve a los presupuestos participativos como toda respuesta. Debiera quedar bien claro que el Gobierno de la ciudad tiene unos deberes en lo que respecta al mantenimiento de las infraestructuras y servicios que son irrenunciables y no pueden dejarse al buen tuntún de lo que se decida en una asamblea vecinal. En otras palabras, los presupuestos participativos no pueden tomarse como la excusa perfecta para aplazar la rotura del mobiliario público en una plaza o para dejar de limpiar una determinada parte de la ciudad y eso, me temo, está sucediendo en algunos casos.

No hay comentarios: