18 de julio de 2008

Demetrio Pérez retira su candidatura.

Hoy debería ser un día triste para los militantes del PSOE en la provincia de Sevilla. Demetrio Pérez ha anunciado que retira su candidatura a la Secretaría General apenas 24 horas antes de iniciarse el Congreso Provincial (ver la noticia publicada en Diario de Sevilla aquí). En principio, no faltará quien analice la noticia con el espíritu cínico que viene caracterizando a tantos de nuestros políticos y concluya que únicamente supone un mazazo para quienes decidieron apoyarle frente a José Antonio Viera (o, para expresarlo en otros términos no tan cínicos, para quienes osaron soñar con la posibilidad de una candidatura alternativa que pudiera ofrecer una opción democrática a los delegados al Congreso). Porque, a fin de cuentas, ése es precisamente el problema que tenemos planteado. De una u otra manera, debido a las triquiñuelas y amenazas ni siquiera veladas de unos y las obvias limitaciones de otros, el caso es que nos dirigimos hacia un congreso al estilo de los que realizaban los antiguos partidos comunistas de la Europa del Este. No sé lo que pensarán otros al respecto, pero para mí es una auténtica vergüenza. Se mire como se mire, la cruda realidad es que los delegados al Congreso no van a tener más remedio que votar a favor o en contra de una única candidatura, y todos sabemos las presiones que siempre existen para dificultar el voto negativo en unas circunstancias como éstas. Se nos suele explicar, y con razón, que votar a una candidatura alternativa es menos peligroso que votar en contra de una candidatura única, en el sentido de que muestra bien a las claras una división interna mucho mayor. Al fin y al cabo, el voto entre dos candidaturas enfrentadas es materia de opción personal, en tanto que atreverse a votar contra la candidatura única (sobre todo teniendo en cuenta la presión ambiental que suele vivirse en este tipo de circunstancias) deja bien a las claras una oposición tan radical a la Ejecutiva que uno se atreve incluso a poner en peligro los parabienes del bando ganador, con lo que ello implica (desgraciadamente) de inestabilidad laboral para todos aquellos que trabajan en la Adminitración. Pues bien, si tan peligroso es, ¿por qué no se hace todo lo posible porque los delegados tengan varias candidaturas entre las que elegir?

Y es que, desgraciadamente, todo esto no es sino un baile de despropósitos. En primer lugar, nadie parece haberse dado cuenta de que la democracia española ha madurado muchísimo en la última década. Vimos un cambio de gobierno de la derecha a la izquierda a principios de los ochenta, otro en sentido contrario a mediados de los noventa y, finalmente, una vuelta a la izquierda en circunstancias tan difíciles como las que siguieron al atentado terrorista en la estación de Atocha. Y, sin embargo, la democracia española ha salido fortalecida de todo esto. En especial, las nuevas generaciones no conocen otra cosa que un régimen democrático y se preguntan con creciente frecuencia hasta qué punto podemos tener una democracia sólida y sana si los partidos políticos son un nido de víboras donde no se impone quien mejor representa los intereses y las ideas de los ciudadanos que simpatizan con su particular opción política, sino quienes mejor saben desenvolverse en un contexto de luchas fratricidas, boicoteos permanentes y puñaladas por la espalda, todo ello sin que los militantes de base tengan realmente nada que ver en el asunto. Nuestros partidos políticos hoy en día no son sino el reino de la mediocridad y, en muchas ocasiones, una cueva de aprovechados incapaces de ganarse la vida por su cuenta (no me refiero, por supuesto, a la amplia mayoría de los militantes, sino a quienes realmente cortan el bacalao, sobre todo en los llamados cuadros medios, que es precisamente donde radica el problema y se perpetua la mediocridad de la que aquí hablo).

Pero es que, además, incluso quienes se atreven a proponer una candidatura alternativa en algunas ocasiones (en este caso, Demetrio Pérez) acaban aceptando la validez de los argumentos de quienes hacen todo lo posible por erradicar cualquier brote de democracia interna y renovación. ¿Cómo entender, si no, ese llamamiento de Demetrio a apoyar a la candidatura única en nombre de la "responsabilidad"? ¿De qué responsabilidad hablamos? ¿De la que nos conmina a garantizar la supervivencia a perpetuidad de una organización que, al menos en su estructura interna actual, no representa para nada los anhelos de los ciudadanos, sino más bien los intereses materiales de quienes han hecho de la política su modo de vida? Quizá debiéramos preguntarnos en ocasiones como ésta por qué quienes militamos en los partidos políticos nos quejamos tan a menudo de la falta de implicación política de la sociedad. ¿Qué hacemos nosotros para solucionar eso más allá de discursos vacíos y palabras fáciles? ¿Cómo demostramos a los ciudadanos que merece la pena dedicar sus esfuerzos a una organización política? ¿Asegurándonos de que pueden elegir delegados a un Congreso donde ni siquiera habrá dos candidaturas entre las que poder elegir? ¿De verdad pensamos que estos son los partidos políticos del siglo XXI?

De hecho, no tenemos más que mirar a la historia reciente de nuestro propio partido para responder todas estas preguntas que planteo aquí. Si no hubiera sido posible permitir a los militantes socialistas elegir libremente entre varios candidatos en el XXXV Congreso Federal, ¿alguien piensa que ahora tendríamos a Zapatero de Secretario General? ¿Y qué hubiera sido del partido entonces? ¿Acaso podemos asegurar que hubiéramos sido capaz de renovarnos lo suficiente como para volver a ganar las elecciones? Las respuestas a estas preguntas me parecen obvias, como obvio me parece también el hecho de que la democracia dificulta ciertamente las cosas y genera bastante descontrol e inseguridad, pero a fin de cuentas se trata del único sistema político que permite la regeneración sin revolución. Me parece que ha llegado el momento de tomarnos en serio nuestras propias palabras, algo en lo que hemos fallado hoy en el PSOE de Sevilla. Como decía al principio, este es un día bien triste.

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